domingo, 20 de septiembre de 2009

Confidente De La Luna (segunda parte)




TRES AÑOS DESPUÉS

Finalmente don Raúl desposo a Lucía la cuál desde la promesa que hizo aquella noche vivió a merced de su esposo.
Un año después de la boda, don Raúl planeó una trama para acabar con la vida de su padre y conseguir el titulo de conde, la señora Isabella murió antes de la boda y don Pedro murió de sífilis poco después del conde. Con todos ellos muertos don Raúl encerró a su madre en una torre de su castillo y se convirtió en un personaje poderoso de la época.
Mientras tanto durante esos tres años Hicham fue condenado a remar una de las galeras al servicio de Felipe IV.
Seguía sin olvidar a su amada y todas las noches a través del pequeño ventanuco que tenía cerca observaba la luna como una forma de comunicarse con ella.
Lo mismo le ocurría a ella, todas las noches antes de dormir la observaba y eso le ayudaba a seguir creyendo que aún vivía.
Cada dos o tres meses llamaban a Hicham para propinarle una paliza, era la forma de recordarle que el ahora conde Montes no se olvidaba de él.
Pasados tres años de duro castigo sucedió algo que hizo que Hicham consiguiera la libertad. Una epidemia invadió la galera y muchos de los marineros y de los remeros murieron. Por miedo al contagio los capitanes del barco decidieron abandonar a todos los remeros y marineros en la costa de Valencia, Hicham había conseguido la libertad.
Solo en un lugar en el que nunca había estado se dedicó a mendigar para conseguir un poco de comida a veces la conseguía pero otras no, dormía en callejones entre basura y suciedad y sabía que no duraría mucho.
En el castillo Montes, la condesa Montes tomaba el té conversando con su consejera y única amiga, la anciana María, que tres años antes era la doncella de sus padres.
- Señora Condesa, debéis olvidaos de ese hombre quizá haya muerto, hace tres años que no sabéis de él.
- No puedo María, es la única persona a la que he querido y no puedo morir sin volver a verle, aunque solo sea verle.
El conde interrumpió la conversación entrando en la salita:
- Buenas tardes señoras, hoy me han dado la mejor noticia que jamás me han dado, el barco donde remaba ese morisco ha sido destruido a consecuencia de una epidemia de viruela, la mayoría han muerto, el resto vaga por Valencia a la espera de una muerte plácida, ja, ja, ja, espero que ese morisco haya sufrido o este sufriendo.
A Lucía se le cayó la taza al suelo, el conde lo vio y sonriendo salió de la salita. No sabía como pero necesitaba ir a Valencia a comprobar si Hicham seguía vivo. María sabía lo que pensaba la condesa:
- Se lo que pensáis y permitidme decirle que es una locura, señora condesa, pues si está muerto, el conde os matará a vos y si está vivo moriréis ambos.
- Lo se, María, por eso iréis vos, nadie sospechará de vos, hágalo por mi.
María dudó pero al final la condesa la convenció, la quería como a una hija.
Partió esa misma tarde en uno de los carros del conde, aprovechando que el conde había salido. Llevaba ropa limpia para Hicham, monedas y una carta escrita por Lucía.
Tardó varios días en llegar a Valencia, pero lo más difícil fue encontrar a Hicham.
María supuso que no iría mucho más lejos del puerto.
Mientras tanto, Hicham estaba sentado en un callejón cercano al puerto. En todo momento vio el carro perteneciente al conde y a la anciana que bajó del mismo.
María fue preguntando a todas las personas que veía si habían visto a alguno de los supervivientes de la galera todos negaban con la cabeza.
Las horas pasaban y comenzaba a anochecer, Hicham sabía que el puerto por la noche era el escenario elegido por los maleantes y la anciana parecía un blanco perfecto y decidió advertírselo. Cuando María vio correr hacía ella a un hombre de pelo largo y barba espesa con una camisa blanca desgarrada y sucia y pantalón verde oliva destrozado se asustó:
- No os asustéis por mi imagen, buena señora, solo quiero advertíos de que este lugar a estas horas se convierte en un lugar peligroso, será mejor que os marchéis.
Ninguno de los dos reconoció al otro ya que no habían coincidido muchas veces en la mansión de los nobles. La anciana dio la razón al extraño y camino hacía el carruaje.
Cuando la anciana se alejaba Hicham vio que se le caía una carta de la bolsa que llevaba. Corrió hacía la carta y la cogió:
-¡¡ Señora se os caído una car…- algo llamó la atención de Hicham.
Mientras la señora regresaba Hicham leyó el remite de la carta:
“Para Hicham de Lucía”
- Gracias señor.- María tendió la mano pero Hicham estaba paralizado
- “No se ha olvidado de mi”- pensó.- Yo soy Hicham.
Hicham sorprendió a María que en un primer momento no lo creyó, el mendigo le dio todos los detalles de la mansión de don Pedro y la anciana afirmó.
María hizo subir a Hicham al carruaje y fueron a una posada. Hicham se bañó y luego María le afeitó y arregló el cabello.
La anciana le contó todo lo ocurrido en esos tres años:
- Debo escribir a la condesa para que sepa que vivís.
Hicham asintió y se sentó cerca de la chimenea a leer la carta que le había traído María:
“Mi amado Hicham si leéis esto, es que seguís vivo y eso me consuela, siento haberos arruinado la vida y nunca me lo perdonaré solo deseo volver a veros aunque solo sea una vez más, después, podré morir tranquila. Siempre vuestra, os quiere, Lucía.”
A Hicham se le saltaron las lágrimas mientras leía la carta.
A primera hora del día siguiente, María envió la carta en secreto como ya habían planeado, el conductor del carruaje la llevaría y recibiría una gran recompensa por ello.
Una semana después la carta llegó a manos de la interesada. La había esperado impacientemente:
“Mi señora, está vivo y sano, estamos en la posada que ya sabéis.”
Hacía años que no estaba tan contenta y comenzó a planear el viaje a Valencia en ese preciso instante.
Le dijo al conde que María se estaba muriendo y que quería pasar con ella los últimos días de su vida, el conde no opuso resistencia.
Hacía meses que el conde ignoraba a su esposa por no darle un heredero y no le importaba nada lo que hiciese mientras siguiese siendo suya.
Pero algo no iba bien, el conductor del carruaje quería más dinero del que le ofrecía la condesa y el conde lo tenía.
Unas horas antes de partir hacía Valencia el conductor pidió reunirse con el conde.
- Bien, ¿Qué deseáis?- el conde odiaba que le tratarán con secretos.
El conductor sonrió y sin permiso, se sentó en uno de los sillones del despacho:
- Poned sobre la mesa muchísimo dinero y os daré una información valiosísima.
- La información o la muerte, ¿Qué preferís?, soy un hombre ocupado.
El conductor no se movió, estaba muy seguro de si mismo. El conde cedió. Puso sobre la mesa una gran cantidad de oro y el conductor habló:
- Si mi señor va a la posada valenciana, “Paterna”, a la habitación número 11 se llevará una grata sorpresa, allí está el morisco. Yo llevaré a la condesa a su encuentro.
- Será desgraciado, esta vez si que lo mataré, si es cierto, seréis recompensado aún más cuando volváis, si no moriréis. Partiré más tarde que vos para darles una sorpresa.
Poco después Lucía partió con el hombre que la había traicionado. El viaje transcurrió sin incidentes.
Unos días después llegó a Valencia, estaba a punto de anochecer cuando llegaron a la posada. Lucía bajó del carruaje a toda prisa.
María estaba en la puerta esperando su llegada y tras abrazarla, la acompañó a la habitación donde estaba Hicham.
Cuando se encontraron, pareció que el tiempo no había pasado, se fundieron en un apasionado abrazo y se besaron. María abandonó la habitación.
Los enamorados seguían besándose y abrazándose:
- Cuanto os he extrañado, siempre habéis estado en mis pensamientos.- le susurró Hicham al oído.
Sin soltarse le contesto la condesa:
- Os quiero, no lo olvidéis nunca, os amo.
Y volvieron a besarse, pasaron toda la noche juntos, durmieron juntos, sin soltar el uno al otro.
Antes de que amaneciera María irrumpió en la habitación:
- Hicham debéis marcharos, el conde esta a punto de llegar he visto sus carruajes a lo lejos y viene hacía aquí.
Hicham se vistió rápido y se sentó en una silla:
- Pero, ¿Qué hacéis mi vida?, Vienen a por vos, os matarán.- dijo Lucía.
No se movió de la silla, quería aparentar seguridad pero estaba muy nervioso sabía que su fin estaba cerca.
- No, basta ya de esta farsa, prefiero morir una vez antes que vivir mil vidas sin vos.
Lucía se abrazó a su amante.
Poco después llegaron los carruajes del conde. El primero en entrar fue el propio conde:
- Volvemos a encontrarnos.- dijo. Se dirigió a su mujer y la golpeó, Hicham se abalanzó sobre él.
- A ella no le hagáis daño, no tiene culpa de no amaros, la culpa es mía.
Una docena de hombres entraron detrás del conde. Pepe y Manuel ahora al servicio de la inquisición agarraron a Hicham por los brazos.
- Se que la culpa es vuestra por eso llevaréis la peor parte, os lo aseguro.- dijo el conde.
Comenzó a apalearle con ayuda del resto de sus hombres:
- Tened por seguro que os llevaréis la peor parte, seréis juzgado por la inquisición y seréis culpable y arderéis como un maldito hereje.
Lucía se derrumbó al oír esas palabras y sus sollozos fueron estridentes, el conde mandó que se la llevaran:
- Después de que veáis la ejecución del hereje, no volveréis a ver la luz del sol, ni de la luna.
Hicham fue detenido por la inquisición y lo regresaron a Madrid, allí, tras un juicio injusto, fue declarado hereje y condenado a arder en la hoguera.
La ejecución fue impuesta para el 14 de febrero, no se si por casualidad o era otro recuerdo del conde al condenado.
Ese día amaneció nublado, a media mañana cayeron algunas gotas pero no parecía importante. La ejecución sería al anochecer, a la luz de la luna como decidió el conde. El verdugo se acercaba hacía el pilar donde Hicham estaba atado rodeado de leña, comenzó a mojar la leña con aceite para que ardiera antes.
Mientras un sonriente conde sujetaba con firmeza la cara de su esposa para que no perdiera detalle, un sacerdote leía unas palabras de la Biblia cuando el verdugo prendió la hoguera.
Hicham notaba que la temperatura subía deprisa y comenzó a sudar, alzó la mirada y no vio nada, la luna no estaba, la luna le había abandonado.
Cuando su pantalón comenzó a arder, Hicham estaba prácticamente inconsciente a causa del humo, buscó a su amada con la mirada y gritó:
- ¡Os amo, no lo olvidéis nunca!
A continuación perdió el conocimiento y poco después murió. Lucía no dejó de llorar en ningún momento y el conde sonreía como ninguno. No soltó a su esposa hasta que no se pudo reconocer a Hicham, cuando el cuerpo estaba carbonizado. Poco después las nubes desaparecieron y la luna volvió a brillar, parecía como si no hubiera querido ver la ejecución de Hicham.
Desde aquella noche Lucía permaneció encerrada en una de las torres del castillo Montes. El conde nunca iba a visitarla. Le impuso vigilancia todo el día por si decidía hacer alguna locura.
A los seis meses de la ejecución, el vigilante de Lucía fue a buscar al conde para darle lo que el creía que era una buena noticia:
- Mi señor, la señora condesa espera un heredero para vos.
El conde recibió esa noticia como una ofensa. Sin mediar palabra fue el mismo a comprobar la información.
Al llegar a la torre comprobó que era cierto, la golpeó varias veces en el vientre y se marchó.
Ordenó matar a los dos vigilantes que vigilaban por turnos a su esposa.
El hijo que esperaba su esposa no podía ser suyo, llevaban un año sin consumar su matrimonio.
Cerró la torre con llave y la destruyó. Lucía murió de hambre y sed unos días después llevándose con ella, el hijo que llevaba en sus entrañas.
El conde se volvió a casar tres veces más, pero ninguna de sus esposas le daba un heredero y las asesinó a todas. Al final, la locura lo absorbió y acabó suicidándose.

2 comentarios:

Raúl dijo...

Uno dos, uno dos, probando... ahora sí.

Acho, y sobre el post, es que es muy largo y siempre hago la ronda antes de irme a dormir. Claro está, me aperrea. A ver si un día me acuerdo y entro antes para echarle un rato... ¿es tuyo o plagiado? ¿Dónde está la primera parte, hacia abajo en tu blog? ¿Es acaso Cristiano Ronaldo una bestia parda? ¿Y ese misterioso Don Raúl que sale en la historia?

Dudas y más dudas. Amm, y bienvenido. Ay, no, que es lo tienes que decir tú.

Granados dijo...

Es mio y si la primera parte esta mas abajo