sábado, 11 de diciembre de 2010

Una extraña afición

Bobby tenía una extraña afición, demasiada extraña diría yo.
El se sentaba en diferentes lugares públicos a observar a parejas: jardines, cafeterías, iglesias…
Le gustaba imaginarse que harían después. Lo cierto era que Bobby tenía muy buena imaginación.

Esa tarde le tocó sentarse en una de las cafeterías más concurridas de su pueblo, llamada “Mayday”. Se pidió lo de siempre, ron cola, pero el ron debía ser “Matusalem”, con hielo picado, medio limón escurrido y pepitas de café. Se sentó en la barra, en el taburete más alejado de la puerta principal.
La pareja a la que había decidido observar se sentó en un sofá en el centro del local, pidieron café, desde su “rincón” no llegaba a distinguir la clase del mismo. Entablaban conversación, entre frase y frase ambos se sonreían y se besaban. Sus besos y abrazos eran apasionados, se les veía enamorados. Lástima, a Bobby no se le ocurría un buen final para esa historia.

Una hora después, la pareja decidió salir de la cafetería, se cogieron de la mano. Se encaminaron hacía el coche aparcado en el parking subterráneo situado en La Plaza Entrevías, donde se encontraba la cafetería. Manteniendo las distancias, Bobby les seguía.
Montaron en sus respectivos coches, y emprendieron el mismo camino. Unos minutos después el coche de la pareja aparcó en una pequeña calle, mal iluminada, (tal y como Bobby lo había imaginado). La pareja, tras manosearse, bajó del coche y se encaminaron a un viejo edificio.
Bobby seguía observándolos sin bajarse del coche, el joven abrió la puerta del edificio sin necesidad de usar las llaves.
Bobby quitó el freno de mano del coche, ya había observado bastante por ese día, pero de pronto se detuvo. Paró el motor y bajó del coche.
Se dirigió al maletero de su Ford Fiesta y sacó un chaquetón negro con capucha y unos guantes negros. Después volvió al coche y de la guantera saco un paquete de bolsas de basura negras y un cuchillo jamonero. Luego se dirigió hacía el edificio.

Bobby tenía otra extraña afición. Cuando no se le ocurría un buen final, el se encargaba de dárselo…

7 comentarios:

The crow dijo...

Umm... Manolo, ¿Matusalem cola? ¿ford fiesta? podrías haberte molestado un poco en ocultar que eres un depravado...

Vértigo dijo...

menudo final le dio esta vez...

Tomás dijo...

Qué hijoputa el Bobi ese, ¿no?

Raúl dijo...

El relato está bien, curioso, aunque un tío con un Ford Fiesta que vive en Alcantarilla y encima va al Mayday, no se llamaría Bobby sino Cristian o Er Rulas. O Manolo :D

Sarlacc dijo...

Medio limón escurrido en un cubata, al terminárselo debía tener peor cara que el Fary.

Cuerpos a la deriva dijo...

Buf.. menudo final, muy bueno.
Si cambias la coca cola por seven up, el cubata se convierte en perfecto.

Anónimo dijo...

la culpa es del garrafon del may