miércoles, 30 de mayo de 2012

Me lo dijo un ángel

Mario lloraba desconsoladamente abrazado al cuerpo sin vida de Elena, la única mujer a la que había amado acababa de morir y el joven sentía que su mundo se acababa, y realmente así era, todo su mundo giraba en torno a ella y pensaba que su mundo ya no tenia sentido.
Como decía, el joven lloraba desconsoladamente, incluso comenzaba a faltarle el aire, era el momento de aparecer, era mi momento…

Mario tardó varios minutos en adaptarse a la cegadora luz que me acompañaba, el joven tenía miedo, se lo podía ver en sus ojos. Entre sus dedos pude ver como jugueteaba nervioso con un anillo de plata que se pasaba de una mano a otra, regalo de la fallecida, supuse.

- ¿Nervioso?

El joven fijó su mirada, ceño fruncido, en mis ojos que le observaban sin parpadear. Seguía sin articular palabra.

- No deberías estarlo, estás vivo. Te encuentras en ese lugar que los mortales llamáis “el túnel”.

No sabría deciros a ciencia cierta si al saber que estaba vivo se tranquilizó o se puso más nervioso:

- Entonces, ¿qué coño hago aquí?-preguntó Mario aún con el ceño fruncido.

Ahora jugaba con el anillo que al parecer era un anillo antiestrés. Le sonreí, los mortales siempre habían sido muy impacientes. Muy lógico, teniendo en cuenta que sus minutos eran limitados, yo, ahora, me lo tomo todo con mucha calma.

- Vamos poco a poco, señorito Mario García. Lo primero es presentarme, soy Simón, tu ángel protector y en este instante tratan de reanimarte de un infarto sufrido tras la muerte de tu amiga. Pero vivirás.- hice una pausa, siempre me había gustado hacerme el interesante. Mario miraba de un lado al otro, pero excepto mi figura, lo demás era todo oscuridad.- Y no solo vivirás, sino que te concederé una segunda oportunidad para Elena...- pude ver un brillo en sus ojos, pero no duraría demasiado.

Mario creía que su vida sería un calvario sin su amada, tras escucharme, el optimismo volvió a inundar su cuerpo, lo que el joven no sabía es que no volvería a ser feliz, era la parte que menos me gustaba de mi trabajo, allí arriba, otros ángeles creen que disfruto con esto, o que se me da bien, pero os aseguro que no, la parte que venía ahora me sabía muy mal. Y si no fuese inmortal, por seguro, esta parte consumiría parte de mi propia vida.

- Pero a cambio de la segunda oportunidad de Elena, tú deberás dar algo a cambio…-el chico estaba expectante, se pasaba el anillo de una mano a otra a gran velocidad.- ¿Estás dispuesto a cualquier cosa?
- Si señor, pídame lo que quiera.

En los próximos días comprobaría si realmente estaba dispuesto a todo. A los mortales les gusta demasiado prometer sin escuchar y/o pensar las consecuencias:

- Para que Elena viva, tú debes morir.- el anillo cayó al suelo…

Esto no era cosa mía, aquel día había muerto una persona, y la parca esperaba arriba ansiosa, pero nosotros podíamos dar a ciertas personas a las que veíamos realmente enamorados la oportunidad de que eligiesen. Muchos descubrían rápidamente lo poco que querían realmente a sus amados.

- No quiero que me repliques, ni me cuentes si lo harás o no, me da igual. Me obligan a llevarme a uno, pero me has caído bien y te dejo que decidas.

Mario intentaba disimular que comenzaba a llorar de nuevo. No se que se le pasaba por la cabeza, yo no soy Dios, no podía leer pensamientos. Pero sus ojos ya me habían dado una respuesta. Se que lo haría.
Lo que Mario desconocía, es que aún había más, cuando al fin consiguió mirarme continué:

- Tengo que ponerte una condición, sin segundas oportunidades, al primer error, ella morirá. Para empezar, he de informarte que serás prácticamente inmortal, solo podrás morir de una forma, y la condición principal es que nadie debe saber de tu casi inmortalidad. Piensa bien que harás, el tiempo corre en contra de tu amiguita.

Hice un chasquido y todo se difuminó. Mario despertó en su cama, cogió el móvil de su mesilla y miró la fecha, faltaba una semana para la muerte de Elena, en un primer momento creyó que todo había sido un sueño.
Fue a la cocina y tomó una taza de café que había dejado preparado su compañero de piso antes de ir a la facultad. Tras el desayuno fue al baño a asearse, se lavó la cara en el lavabo, pero algo fallaba…el anillo antiestrés de plata que Elena le había regalado en su último cumpleaños y que nunca se quitaba, no estaba. A su mente vino de nuevo aquella imagen, el anillo cayendo de su mano y retumbándole en el cerebro, “Para que Elena viva, tú debes morir”. Comprendió que todo era real, que yo existía y que él debía morir.
Si quitarse el pijama corrió a la terraza del edificio de trece pisos en el que vivía, se acercó a la barandilla, se asomó, no había demasiada gente, era un barrio de estudiantes y la mayoría dormiría la mona de la noche anterior o estarían en clase. Suspiró, tragó saliva y se tiró. Mientras caía, recordó los mejores momentos de su vida, Elena, Elena, aquella tarde con Elena y el gol de Iniesta.

Permítanme el vulgarismo, pero el “hostiazo” fue legendario. Cayó de cabeza, jamás había sentido un dolor de cabeza y de cuello tan grandes, por lo demás, nada de nada. Ni un hueso roto, ni un moratón, ni sangre. Nada. “Disfrutó” unos minutos del “suave” suelo antes de incorporarse, por suerte nadie le había visto. Los que pasaban ahora pensaban que se había tropezado. Se crujió el cuello para ponerlo en su sitio y subió a su casa. Tuvo que pedirle la llave al portero, que le preguntó que por donde había salido que no lo había visto, Mario lo ignoró. Mario tomó una ducha mientras pensaba en que haría para suicidarse y que Elena pudiese vivir. Seguía teniendo claro que lo único que deseaba era que Elena viviese y pudiese ser feliz. Mario cada vez me caía mejor.

Fueron pasando los días. Y el joven no daba con la tecla. Trató de suicidarse de diferentes maneras, se envenenó, se cortó las venas, se tiró con el coche de su compañero de piso por un barranco (esperaba morir antes de tener que darle explicaciones a él). Trató de que le mataran provocando a los “chungos” de su pueblo, le apedrearon, le apuñalaron, le dieron tal paliza que sus atacantes le dejaron ya aburridos. Incluso se ató a la vía del tren, pero ese día no pasó ningún tren.
El día que mejor lo pasó, olvidando todas sus penas y problemas fue el día antes del día que debería morir Elena si no lo remediaba. Decidió morir de sobredosis o de coma etílico. Lo que Mario pudo beber y esnifar ese día no lo hacía nadie ni en un año entero. Pero nada, al día siguiente solo tenía una resaca tremenda.

Era el día, uno de los dos debía morir. Elena y Mario eran muy buenos amigos, pero esa semana el joven no la llamó, no le contestó a los mensajes, ni nada de nada, la chica estaba preocupada por su amigo, desconociendo lo que pasaría aquel día. Mario había tirado la toalla, se había quedado sin ideas y la llamó para contarle todo lo que sentía por ella y poder despedirse.

Mario llegó al restaurante media hora antes de su cita con Elena, no tenía planeado que decirle, simplemente dejaría que las palabras salieran solas. Se bebió unas cuantas cervezas para calmar sus nervios y cuando apuraba la última la vio aparecer por la puerta. Iba preciosa, Mario tragó saliva, jamás la había visto tan hermosa, tuvo que esforzarse por no soltar una lágrima. No se si alguno de vosotros, habréis pasado alguna vez por la situación que Mario vivía en ese momento, saber que pasase lo que pasase, esa sería la última vez que vería a la única persona que había amado, por la que lo habría dado todo, como esa semana había demostrado.

- Bueno Mario, ¿Qué es eso tan importante que tenías que decirme hoy o nunca?

Mario tardó unos segundos en arrancar, quiso medir bien sus primeras palabras:

- Quería decirte, que te quiero, que te quiero como nunca he querido a nadie, y me siento mal, me siento mal porque se que te estoy fallando como amigo, pero hoy tenía que decírtelo.
- No te sientes mal por eso, te sientes mal porque desde que te diste cuenta tu relación conmigo no ha sido la misma por tu parte. Y me ido dejando escapar como amiga, aunque yo lo imaginaba y por eso te he estado esperando. Mario, no te quiero como tú me quieres a mí, pero eso no quiere decir que no te quiera. Te quiero mucho, pero como el gran amigo que eres y jamás pasará de eso. Lo siento de verdad.

Mario quería acabar esa conversación rápido para marcharse, saber que jamás podría tener una oportunidad con ella le dolía y quería llorar, pero no quería que ella la viese.

- Seguiré estando ahí siempre Elena. Te lo prometo.

Ambos se levantaron, se fundieron en un enorme abrazo que Mario no quería que acabase nunca y se marchó. Caminó, sin saber muy bien hacía donde, lloraba igual o más que el día de la primera muerte de Elena, la sinceridad y claridad de su amada le había dolido. No supo bien en que momento comenzó a cambiar el paisaje, a tornarse de nuevo a aquella luz que me acompañaba, esta vez no aparecí frente a él, sino a su lado. Le pasé un brazo por su cuello, para que siéntese que no iba solo en aquel viaje, que su ángel le acompañaba. Con mi otra mano le di el anillo que se había olvidado en nuestro encuentro.

- Los has conseguido amigo, ella tendrá su segunda oportunidad…

Mario murió, que no sufrió dijeron los médicos…habría que haberlos visto a ellos.

Nota del ángel Simón: Con el paso del tiempo, Mario se recuperó y ahora es feliz en su nueva vida, se le permitió ser el ángel de la guarda de Elena, ahora es su calor cuando tiene frío, su frío cuando tiene calor. Desde la sombra, la quiere y la cuida como nadie…

A la portadora de los ojos que cautivan mi esencia, esos que me ahogan en miradas… esos que surgieron de la nada…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Acho me has dejado sin palabras... esta precioso de verdad, me ha encantado! Marta